domingo, 26 de octubre de 2008

Cumplieron su promesa y vinieron a Madrid

Mi amiga la Pollo es fiel testigo de que alguna vez tuve 15 años. Es una de mis amigas más antiguas (aunque a las dos nos choque el término) y más queridas. Ella me ha acompañado en las buenas, en las malas y en las peores; en las alegrías y los llantos; en las ganancias y las pérdidas. Nos ha tocado asustarnos juntas en un terremoto en Acapulco; deleitar un chocolatito caliente en Tequisquiapan; imitar a Sandro de América; cantar las canciones de los Beatles; bailar en sus dos bodas y querernos mucho. Tengo el honor de ser la “hija putativa” de la familia Castañeda Bartnicki y de quererlos con amor del bueno.

Aída, la Pollito, vino a Madrid a celebrar su cumpleaños y no podía darle un regalo más exquisito que ir a Lisboa y sus alrededores. No podía ser de otra manera. Yo adoro Portugal y a mis seres queridos los tengo que llevar allí alguna vez en su vida, porque ese país es una joyita que tiene que descubrirse poco a poco. Y sólo la gente sensible lo sabe.
Aída posee, entre sus muchas cualidades y facetas, la de tener alma de guía de turistas y de querer conocer todo lo que la vida le ofrece. No se nos resistió ninguna de las siete colinas de Lisboa, ni los pueblitos de pescadores de la costa, ni las iglesias y capillas de mosaicos pintados a mano. Por probar probamos hasta una “ginginha” en su copo de chocolate; comimos bacalao hasta hartarnos y pastelitos de Belem con café.

Dice José Saramago que un día Camoens escribió de Lisboa que era “…una ciudad que fácilmente de las otras es princesa”. Puede ser que sí, que nadie piense en ella cuando visita Europa. Mejor para los que la conocemos.
Saramago pide que le perdonemos la exageración al gran poeta portugués y agrega: “Basta que Lisboa sea simplemente lo que debe ser: culta, moderna, limpia, organizada –sin perder su alma. Y si todas estas bondades acaban haciendo de ella una reina, pues que lo sea. En la república que somos serán bienvenidas reinas así”.
En cierto sentido, Aída es como Lisboa: en todos estos años de cariño y amistad, su alma ha permanecido intacta y nunca ha perdido el brillo de sus ojos verdes, ni la mejor de sus sonrisas.

lunes, 20 de octubre de 2008

Respuesta a la periodista Rosa Ma. Mateo...y su opinión sobre México

Mi nombre es Laura Martínez Alarcón, soy periodista mexicana y vivo en Madrid desde hace 18 meses. Soy una asidua radioescucha de su programa y los felicito por la variedad de temas y la calidad de sus contenidos y colaboradores. Este domingo 19 de octubre, sin embargo, me quedé con ganas de hacer una aclaración a Rosa María Mateo sobre la opinión que le merece “la amabilidad de los mexicanos”. Mal empezamos cuando la periodista señala que “en México pueden ser muy simpáticos pero por la calle te secuestran o te apuñalan (ja, ja) y yo no quiero esa amabilidad (ja, ja)”…. ¡¡y hasta aquí llega su testimonio!!
¿Es todo lo que puede manifestar de un país como México? Permítame decirle, Sra. Mateo que nadie niega lo que esta pasando en mi país. Para quienes estamos viviendo fuera es ya de por si bastante duro amanecer con las noticias que nos llegan. En estos momentos, México sólo existe para los medios de comunicación por los crímenes que están ocurriendo. Sin embargo, México es mucho más que los delincuentes que secuestran y apuñalan. México, Sra. Mateo, es muy grande. España cabrá tres veces, por lo menos, en su territorio. Y no en todo el país roban y asesinan.
México es también, y por sobre todas las cosas, la calidez y la siempre buena disposición de su gente; es la belleza de los paisajes de su enorme geografía, la riqueza de su artesanía y los sabores de una de las mejores gastronomías del mundo.
Ante la desolación de lo que sucede en México, hay que tratar –como periodista- de ser ponderada y no caer en la fácil generalización; como mexicana, trato de contraponer a la tristeza el granito de arena de los millones de mexicanos y de mexicanas amables, decentes y de buena cepa que se levantan temprano todos los días para estudiar o trabajar y dar lo mejor de ellos mismos. Prefiero pensar en ellos que en los miserables que nos quieren meter balas y miedo. Así que, Sra. Mateo, trate de ser un poco más amable la próxima vez que opine sobre México. Saludos cordiales.

"Con la iglesia hemos topado, Sancho”

Javier es un bebé andaluz que nació para salvar a su hermano Andrés. También nació porque fue concebido con amor y esperanza por sus padres y porque viene a iluminar la vida de toda una familia y de una comunidad y de un país. Y ya está.
Entre todo este tsunami de noticias malas y pésimas, la única buena nueva que podía darle un poco de ilusión al mundo era el nacimiento de Javier. Pero la iglesia católica, en particular, la Conferencia Episcopal Española (más inquisidora que Torquemada) acaba de lanzar un cubo de agua helada al asunto.
El “Cavernal” Rouco y sus hombres del Cro-Magnon rechazaron públicamente la técnica utilizada por el hospital sevillano que ha permitido que Javier naciera libre de una grave enfermedad hereditaria, la misma que padece su hermano Andrés (de seis años) y con quien es compatible. La sangre de su cordón umbilical servirá para realizar el trasplante que necesita Andrés para superar una anemia congénita severa conocida como beta-talasemia mayor y que puede provocarle una muerte temprana.
Y como hubiera exclamado Don Quijote, “con la iglesia hemos topado, Sancho”. La Iglesia critica que se haya puesto el acento "en la feliz noticia del alumbramiento y en la posibilidad de la curación de la enfermedad de su hermano" y se hayan silenciado las "implicaciones morales" de este procedimiento. Y la pregunta que se me ocurre es, ¿es entonces más moral dejar que un niño de 6 años muera? ¿Eso hubiera querido Jesús que tanto amó a los niños? Una vez más, la iglesia católica condena los avances de la ciencia.

viernes, 17 de octubre de 2008

Cumplieron su promesa y vinieron a Madrid

Mi amiga Mina Piekarewicz detesta la palabra NO. Es que a ella la vida le ha puesto tantos obstáculos y pruebas que si pensara que algo no se puede, habría dejado de ser la Mina que conocemos. Es que a ella nada se le atora. Y a las pruebas me remito.

Hace siete años, Minita fue la única amiga que me vino a visitar cuando yo estuve por estas tierras haciendo un curso en la Complutense. Me alcanzó en París, en el estudio donde vivía mi amigo Roberto Lugones. ¿Cómo logró abrir el pesado portón y dar con el número? Gracias a que Mina condena la palabra NO. ¿Cómo le hizo para acompañarme durante una semana a un curso de verano, supuestamente cerrado y exclusivo para alumnos de la universidad? Porque a ella no le gusta que le digan que NO. ¿Cómo le hizo para convencer a un turista que nos tomará una foto en la que nos viéramos las dos y el acueducto de Segovia completo? Porque a ella nadie le dice que NO se puede.

Ahora nos vino a visitar en septiembre y juntas nos fuimos a Dénia. Celebramos la dicha de ser amigas, de compartir el gusto por los buenos sabores, de disfrutar del sol y el mar, de caminar y descubrir. Convivir con Mina es deleitarse con su aguda inteligencia y su incansable sentido del humor; es aprender de su congruencia inmarcesible y de una sola pieza y de la amistad que no conoce barreras ni océanos ni continentes.



Después de superar un estrés absoluto y un montón de horas de sueño reparador, Mina nos iluminó con sus ojitos azules y pispiretos, su sonrisa irónica, sus experiencias llenas de sabrosura y su generosidad sin límites que la hace capaz de cargar veinte libros y una cafetera envuelta para regalo. ¡Minita de mi corazón…todos los días tomamos café y nos acordamos de ti!





jueves, 16 de octubre de 2008

La cultura del miedo


La manipulación de las emociones más básicas es, sin duda alguna, una de las grandes herramientas de la propaganda política y religiosa. Infundir miedo a través de la comunicación de masas ha demostrado ser una estrategia eficaz. Lo vemos todos los días en la prensa y la televisión; en internet y la radio.
La idea es atemorizarnos.

Lo demuestran los criminales en México con sus narcomantas, sus víctimas descabezadas, sus intimidaciones y amenazas. Lo podemos comprobar en los discursos de los políticos, como Bush, capaces de movilizar a toda una nación y a muchos países del mundo “civilizado” para meterse en una guerra absurda como la de Irak. Se manifiesta en lo que declaran casi a diario los líderes religiosos de todas las creencias; en España, el presidente de la Conferencia Episcopal Española acaba de relacionar laicismo con nazismo. Pero la vida sigue, “la nave va”, con o sin ellos.
Ante el temor, ese estado de ánimo caracterizado por la aprehensión o la angustia, como lo ha definido el historiador mexicano Lorenzo Meyer, y provocado por la anticipación de un dolor o de una situación desagradable o peligrosa, ¿qué podemos hacer? El miedo varía, nos dice Meyer, entre la mera ansiedad y el terror. ¿Podemos seguir viviendo sin sentir miedo? Estas son preguntas para las que habrá que encontrar respuestas. Lo que si resulta claro es que nadie quiere una solución autoritaria.
Ryszard Kapuscinski decía que de la misma manera como se puede hablar de un mundo de nuevas desigualdades, también puede hablarse de un mundo de nuevas amenazas. “Entre una cosa y otra, el hombre contemporáneo se siente amenazado, tanto más cuanto ve multiplicarse a su alrededor grupos violentos de todo tipo, como los cárteles o las mafias”.
En México la gente vive con miedo. No es sólo por la violencia diaria que ejercen las agrupaciones criminales y que amenaza a todos los rincones del país. Siente miedo también de quienes, se supone, están para defender al pueblo. Las constantes violaciones a los derechos humanos; la inmunidad de las corporaciones policíacas y militares y la impunidad con la que actúan; la impotencia de quienes denuncian y ven que, a pesar de la atención mediática que merece su caso, no pasa nada; el temor a las represalias y las amenazas; los cadáveres decapitados y mutilados. En México, hay miedo y mucho.

Aprovechar el miedo de muchos ciudadanos para legitimar el uso y la creación de nuevas fuerzas armadas, siempre despierta resquemores entre la población. Si a esto agregamos que los problemas están lejos de resolverse y que los capos del narcotráfico siguen desplegando cínicamente su poderío, tenemos un elemento más para dudar de la eficacia de la estrategia o la falta de una por parte de las autoridades. Nadie pone en tela de juicio la necesidad de hacer algo porque la sociedad mexicana está harta de tanta violencia. Sin embargo, también genera ruido y confusión permitir que el Ejército mexicano amplíe sus funciones y vaya más allá del combate al crimen organizado, hostilizando a los grupos sociales más vulnerables abusando de su poder o desplegando una serie de operaciones que más se asemejan a una abierta guerra sucia contra defensores de los derechos humanos o líderes sociales que llevan años reclamando equidad y justicia. Todo esto, la verdad, sí que da miedo.











En México todo se vuelve afrenta

A Carlos Fuentes, quien cumplirá 80 años en noviembre, le acaban de entregar en España el Premio Internacional Don Quijote. En una entrevista concedida al periódico El País, el escritor mexicano declaró su temor de que el clima de inseguridad y miedo que hoy vive México se solucione por la vía autoritaria:
“… hoy la situación es mucho más difícil, más peligrosa, hay asesinatos, hay secuestros y hay un clamor, un "basta", un "hasta aquí hemos llegado", y una enorme demanda de seguridad. Esto es muy peligroso porque a veces la seguridad sólo la da un Gobierno autoritario, una dictadura. Tener seguridad con democracia va a ser el gran desafío de un México al que no puedo ver con los ojos optimistas con los que lo veía en los años 45 o 50 del pasado siglo”.

Carlos Fuentes y con él millones de mexicanos no queremos una dictadura para nuestro país. Deseamos imaginación, creatividad, soluciones inteligentes y valientes. Fuentes continúa:
“Hoy la situación nacional es un enorme insulto a la ciudadanía, una enorme afrenta. ¿Cómo vamos a salir de esto? No sé, exactamente no lo sé. Temo realmente por una solución autoritaria, no la quiero. La seguridad es algo que depende mucho del tráfico de drogas y el mercado de la droga está en Estados Unidos. México es un país de tránsito, ahora es un país de producción y de tránsito, pero los capos mexicanos son cantinflas, son gente muy secundaria... En cambio, los grandes intereses ya sabemos que están en Estados Unidos. ¿Adónde va el dinero generado por la droga? Va de México a Estados Unidos, y allí lo limpian los bancos. ¿Y quiénes son los grandes capos? No se sabe. Hay una responsabilidad muy grande de los norteamericanos al no atacar realmente este problema, y una responsabilidad nuestra al no lograr la unión de seis, siete, ocho países que despenalicen el uso de la droga, que sería el primer paso. Que tras la despenalización va a haber más consumo, es cierto. Cuando Roosevelt despenalizó el alcohol no dejó de haber borrachos, lo que dejó de haber fue Alcapones. Éste es el paso realmente importante que deberíamos de dar. Nadie se atreve porque les parece un pecado permitir el uso de la droga. No es permitir el uso. Es despenalizar, algo diferente”.

Si quieren leer la entrevista completa realizada por el escritor y periodista Juan Cruz, hagan clic en este vínculo y disfrútenla…
http://www.elpais.com/articulo/semana/tiempo/Fuentes/elppgl/20081004elpbabese_3/Tes

Vicios privados, virtudes públicas

¿Sabían ustedes que hace unos meses el presidente Bush se negó a firmar una ley que ofrecía cobertura médica a nueve millones de niños pobres –de su propio país- y que costaría 4,000 millones de euros? ¿Saben por qué no quiso firmar esta ley? Porque lo consideró un gasto inútil. Hoy, salva a los banksters (como les llama Ignacio Ramonet de Le Monde Diplomatique, a los “banqueros gángster”) y encima nos advierte que si no se salvan esos rufianes de Wall Street, todos seremos más pobres todavía. ¿No les parece un despropósito y una vergüenza? Si les interesa leer un artículo que escribí para una revista mexicana acerca del tema, avísenme y se los mando.

miércoles, 8 de octubre de 2008

“Que viene el lobo…que viene el lobo” o, cómo llegó la crisis a España.

Se veía venir y nadie, al parecer, quería enterarse. La crisis económica en España iba a llegar más temprano que tarde. Lo que no se sabía era qué tan rápido tocaría a las puertas de los empresarios, comerciantes y gente de a pie o de qué manera sería gestionada. Durante poco más de 12 años, España se había librado de vivir una crisis económica. Se regocijó, desde su ingreso a la Comunidad, de la llegada de dinero europeo fresco que le permitió construir infraestructuras y cimentar su modelo de desarrollo económico principalmente en la construcción y en el consumo privado, éste último afianzado no en los incrementos salariales sino en el endeudamiento de las familias. Los españoles se convirtieron en “nuevos ricos” y gozaron de una situación más o menos privilegiada respecto de otros países del área. La economía española mantuvo un crecimiento sostenido y ascendente durante mucho tiempo y esto la convertía en referente europeo… ¡hasta que llegó la crisis! Crisis que, además, tenía necesariamente que coincidir con la situación económica mundial y que comenzó en Estados Unidos, en agosto de 2007, con la morosidad de las hipotecas subprime. Pero esto no era todo.
En un reciente análisis económico de la publicación francesa Le Monde Diplomatique, se argumentaba que, por vez primera en la historia económica moderna, tres crisis de gran amplitud –financiera, energética, alimenticia– estaban coincidiendo, confluyendo y combinándose. Cada una de ellas interactuando sobre las demás y agravando así, de modo exponencial, el deterioro de la economía real. Se trata, aseguraba la editorial, de un “sismo económico de inédita magnitud”. De golpe, las economías de los países desarrollados se enfriaron. Europa, y en particular España, se encuentran en franca desaceleración y Estados Unidos está al borde de la recesión. En medio de tal desequilibrio, y muy en sintonía con la expresión española de “éramos pocos y parió la abuela”, el mundo se enfrentó a una debacle en los precios del petróleo. Con un precio del barril en torno a los 140 dólares y con la acción disparatada de numerosos especuladores que apuestan por el alza continua de un carburante en vías de extinción, es natural –por decirlo de algún modo- que los inversionistas hayan huido de la burbuja inmobiliaria apostando descomunales sumas de dinero en un petróleo cada día más caro.

En el caso español, uno de los sectores que más ha sufrido la dureza del reajuste económico es el inmobiliario. Durante el primer trimestre de 2008, el número de ventas de viviendas en España cayó el 29%. Cerca de dos millones de pisos y de chalets siguen sin encontrar comprador. El precio del suelo continua desmoronándose, mientras que los intereses hipotecarios siguen a la alza. Los españoles, creadores del género de la picaresca, han tenido que inventar medidas muy suyas para resolver los problemas; un caso muy comentado por los medios fue el de un hombre que, ante la imposibilidad de pagar la hipoteca de su departamento, decidió ponerlo a sorteo por internet. La posibilidad de entrar en franca recesión ha provocado en todos los frentes de la industria de la construcción efectos tan feroces como la destrucción de decenas de miles de empleos.

Para rematar el tema de las malas noticias, a mediados de agosto se informó que el índice de inflación (IPC – Índice de precios al consumidor) era el mayor alcanzado en casi 16 años logrando en promedio un 5.3%. Los carburantes, la vivienda y los alimentos, en particular leche, pan y huevos, lideran la subida de precios en lo que del año.

Como aporte curioso al asunto: la crisis ha duplicado las solicitudes de inmigrantes, solicitantes de asilo y refugiados que quieren retornar a sus países. En siete meses, las peticiones de vuelta voluntaria se han disparado. De acuerdo con las organizaciones no gubernamentales que facilitan el retorno de los inmigrantes, en lo que va de año, 457 personas ya han solicitado volver, frente a los 447 que lo hicieron a lo largo de todo 2007.

Si de algo se puede criticar al gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero, es a su mala gestión mediática de la crisis. Durante meses, se negó el asunto definiéndolo con una serie de eufemismos que le valieron numerosas críticas en prensa, radio y televisión. Ignacio Escolar, director y periodista del diario Público, reunió 14 maneras utilizadas por el gabinete económico y por el propio Rodríguez Zapatero para no decir crisis, entre otras: “situación ciertamente difícil y complicada”, “una coyuntura económica claramente adversa”, “brusca desaceleración”, “deterioro del contexto económico”, “escenario de crecimiento debilitado”, “periodo de serias dificultades”, “empobrecimiento del conjunto de la sociedad”, o “las cosas van claramente menos bien”.


En enero de este mismo año, y a unas semanas de las elecciones generales que le refrendarían un segundo mandato, el presidente español declaraba al periódico conservador El Mundo que evocar una situación de crisis económica era “una falacia, puro catastrofismo”. No sabemos si pecó de optimista, o no quería infundir temores a los casi 45 millones de españoles (las elecciones, recordemos, estaban a la vuelta de la esquina). El hecho es que se ha desatado una intensa búsqueda de culpables y una rabiosa campaña contra el gobierno socialista por parte de la derecha española por no haber sabido manejar la crisis.

La crisis económica mundial era un hecho. Que muchos no hayan querido darse cuenta, es otra cosa. Por eso, conviene aprender del buen o del mal ejemplo para evitar caer en las mismas circunstancias. O, como bien dice aquel refrán: “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, echa las tuyas a remojar”.

jueves, 2 de octubre de 2008

La distancia no es el olvido


“Me siento triste y vulnerable”. Así se titulaba un reciente artículo escrito por Gael García Bernal para el periódico El Universal, a propósito de la violencia en México y el malestar que esto le provocaba a la distancia. No puedo estar más de acuerdo con el actor.
Para quienes estamos viviendo fuera de nuestro país, por los motivos que éstos sean, es muy duro amanecer con las noticias que nos están llegando. Si de por si México no existe para los medios de comunicación internacionales, comprobar que sólo somos susceptibles de ser publicados por las matanzas, crímenes, secuestros que ocurren casi a diario es razón más que suficiente para sentirse triste y vulnerable. Y agregaría algo más. Por lo menos yo, me siento inútil y culposa.

Estar lejos duele. Aunque algunos no lo crean, duele y mucho. Provoca angustia y desazón pensar en los nuestros y en ese clima enrarecido de inseguridad e incertidumbre que les toca vivir estando tan cerca de la barbarie. Lo peor es, sin duda, el miedo. Miedo a que la bestialidad nos arañe con su maldita garra.
Hace unos días, El País dedicó el suplemento dominical a “México Salvaje” y mostraba en la portada la fotografía de un hombre asesinado por los narcos. Floren y yo estábamos en León visitando a su madre y mi primera reacción fue esconder el periódico para que no lo viera Carmen. Debo confesar que me dio mucha vergüenza que se enterara de lo que estaba pasando en mi país, de los “días de plomo y sangre” –como aseguraba el periodista- que vive México. Del “nadie esta a salvo” con que remataba el artículo.
Lo escondí como queriendo tapar el sol con un dedo y hacer como que todo estaba bien. Ella que tiene tanta ilusión de visitar México el año próximo… no me parecía justo que esto le quitara las ganas. Porque, después de todo, México es mucho más que los delincuentes que secuestran y matan.
México es también, y por sobre todas las cosas, la sonrisa de mis sobrinas, la simpatía de mi hermano, la generosidad de Gina; es la calidez de mis primos los Alonso y la entrañable familia que les acompaña; el cariño de mi Alma y don Manuel. México es mucho más que las masacres y los muertos. Es, sobre todo, la cordialidad de mis amigos y mis amigas más cercanos, el afecto de la Tropa. Entonces pensé que no tenía porque sentirme avergonzada.
Ante la desolación de lo que ocurre en México, donde parece que no hay “ni pa´ donde hacerse”, como dice mi hermano, hay que contraponer el granito de arena de los mexicanos y las mexicanas decentes y de buena cepa que se levantan temprano todos los días para estudiar o trabajar y dar lo mejor de ellos mismos. Prefiero pensar en ellos que en los miserables que nos quieren meter balas y miedo.
Quiero que Carmen, la mamá de Floren, tenga deseos de ir a México para comer un buen mole, recorrer Veracruz y probar el café de Coatepec; visitar Oaxaca y sus mercados y comprarse un montón de artesanías en el Bazar del Sábado de San Ángel.
Me resisto a caer en la tentación de caer en el fatalismo y en el temor. Me niego a permitir que mi estado de ánimo oscile entre la mera ansiedad y el terror. Y si puedo hacer algo para que quienes vayan a mi país no lo hagan pensando en los muertos de esta terrible guerra sucia, puedo asegurarles que lo haré desde todas las trincheras posibles. La distancia, por más que lo diga la canción, nunca será el olvido.