Vindia y Floren en la Côte Sauvage. Un espléndido día de playa y mar.
Pierre, el incombustible, con Paulo ... quedaron empatados en la carrera después de saltar olas y hacer "surf".
Susy y yo subiendo la duna hacia la Côte Sauvage.
Espacio para comentar acontecimientos, expresar opiniones y reflexionar en voz alta.
Susy y yo subiendo la duna hacia la Côte Sauvage.
La Plaza Mayor de Madrid.
Por otro lado, la vida cotidiana de los españoles no se puede entender sin la presencia del “bar de la esquina”, la “tapa” o el aperitivo antes de la comida. Llueva, truena o relampagueé, se sale a la calle y se recuperan los espacios públicos para instalar mesitas al aire libre. Muchas de esas tabernas tienen el encanto de las cantinas mexicanas, como La Ópera o La Puerta del Sol, en el centro histórico de la ciudad de México. Los bares madrileños como la Casa Camacho, La Copla o La Huevería son, al igual que sus hermanos mexicanos, tribuna filosófica o mostrador de gramática castellana. Para muestra, este cartel rotulado que puede leerse en uno de estos santuarios dedicados a Baco: “Prohibido cantar, bailar, blasfemar y hablar de política”.
Es en el verano cuando las actividades se intensifican a medida que sube la temperatura y los bares abren sus puertas de par en par para recibir a los sedientos turistas que saborean una “caña” de cerveza o un vermú de grifo con pincho de escabeche. Según el Anuario Económico de España, existen en el país 320 mil 953 bares, cafeterías y restaurantes, lo que supone uno por cada 135 habitantes en promedio. Dicen que en Madrid hay más bares que en Noruega. Cierto o falso, lo que sí hay es variedad. El escritor Moncho Alpuente publicó hace algún tiempo en la revista MADRIZ, un artículo especial sobre las tabernas del barrio de Malasaña. En él, escribía: “Ni los tsunamis inmobiliarios, ni las nuevas olas, ni las duras resacas de la represión en los años de plomo, pudieron con la secular institución de la taberna”.
¡Bienvenidos a Madrid!