sábado, 5 de agosto de 2017

Cambio climático

La puerta del ascensor se abrió y lo que descubrí en su interior me dejó helada. En medio del estrecho cubículo encontré un trozo de iceberg.

¿Por qué estoy segura de que se trataba de un cacho de iceberg y no de un simple pedazo de hielo? Pues, porque en algún lugar había leído que hay gente que últimamente encuentra témpanos de distintos tamaños en muchos sitios insospechados del planeta. Algunas personas aseguran haberse tropezado con enormes fragmentos hasta en el portal de sus casas. Incluso, hay quien dice que nuestras costas no tardarán en desaparecer bajo el manto de agua gélida que se aproxima cada vez más desde el norte. Yo, la verdad, no sé qué pensar. Algunos opinan que son tonterías. Sin ir más lejos, mi vecino del primero derecha, el que tiene un primo científico, afirma que estas noticias son tan exageradas como decir que descendemos del mono, vaya.

Por otra parte, según la Enciclopedia Británica, el iceberg se caracteriza por su transparencia, brillo y estructura, y el cachito del ascensor era una especie de cuarzo cristalino, de fino brillante y con destellos glaciales. Precisamente, cautivada por esa extraña belleza, lo recogí con sumo cuidado, lo llevé a casa y me hice con él un delicioso gin tonic, ideal para mitigar estos calores invernales.